El Lib ro “Allende, Mason”
Un tema central del libro "Allende, masón", es determinar dónde están las fronteras entre política y masonería y, más concretamente, si existe algún grado de compatibilidad o de rechazo entre el socialismo marxista y los postulados de la masonería. Esta ha sido una de las materias más debatidas al interior de las Logias Masónicas.
LIBERTAD ABSOLUTA DE CONCIENCIA
Salvador Allende, pensamiento masónico
Salvador Allende Gossens proviene de una familia de tradición masónica, ya que su padre, Salvador Allende Castro, de profesión abogado, militante del Partido Radical, perteneció a la Masonería.
Pero tal vez el hombre que ejerció una mayor influencia en su personalidad masónica, política y profesional fue su abuelo, el Doctor Ramón Allende Padin, quien era apodado en su época como “el rojo Allende”, a lo que él respondía con convicción: “no me importa que me llamen así si mis ideas están al servicio del pueblo”.
En una oportunidad, Salvador Allende expresó lo siguiente: “Quiero ser como mi abuelo Ramón. Abrazaré la medicina para servir a los humildes, a los necesitados”.
Este deseo expresado por él, fue más allá del campo profesional, al campo político, al campo masónico y al campo social. Por esta razón, cabe decir algunas palabras de Ramón Allende Padin que fuera el séptimo Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, nacido el 9 de marzo de 1845, en Valparaíso.
Realiza sus estudios humanísticos en el Instituto Nacional, el mismo en que estudiara, más tarde, su nieto Salvador.
Ingresa a la Universidad de Chile para cursar sus estudios de Medicina y Cirugía y obtiene el mismo título que posteriormente alcanzara su nieto.
En 1868, Ramón Allende Padin ingresa a la Masonería en la Logia Aurora No. 6, de Valparaíso. Funda la primera escuela laica en Chile y fue el primer Presidente del directorio de la misma, llamada “Blas Cuevas”.
Preparó un compendio de moral sin fundamento religioso.
Ardoroso defensor contra los ataques clericales y conservadores que entonces se dirigieron a la escuela masónica.
Promueve las conferencias populares en Valparaíso, donde asisten los obreros para su preparación en el saber humano. Fue venerable Maestro de la Logia “Aurora” No. 6 durante los años 1871, 1872, y 1873.
Se traslada a Santiago y se incorpora a la Logia “Justicia y Libertad” No. 5 y es designado orador adjunto de la Gran Logia de Chile. En Santiago, estableció las conferencias populares sobre todos los ramos del saber humano y los obreros acudieron en gran cantidad a recibir las enseñanzas. Por inspiración de Allende Padin, la Logia “Justicia y Libertad” No. 5 funda el periódico “Guía del Pueblo”, en 1874.
Promueve la fundación de bibliotecas populares, reuniendo fondos en las Logias de Santiago y Valparaíso.
En el campo político, Ramón Allende Padin, fue diputado electo por Santiago, en 1876, y elegido senador por Atacama, provincia del norte del país, en 1884.
Sirve gratuitamente la superintendencia del servicio sanitario en la campaña del Pacífico, por lo cual abandonó su asiento en la Cámara de Diputados.
La sensibilidad social que animaba a su espíritu, atendía con cariño y lejos de lucrar con las dolencias del desvalido, dejó, en mil ocasiones, junto con la receta, el valor de las medicinas.
En Junio de 1884 la Gran Logia de Chile lo designa Gran Maestro, cargo que ocupa hasta el 14 de octubre de ese mismo año, fecha en que deja este mundo para pasar a decorar el Oriente Eterno, ya inmortalizado por su obra y generosidad.
En resumen, el abuelo de Salvador Allende se destacó por ser un distinguido médico, gran filántropo y fundador de escuelas, promotor del progreso de las instituciones políticas, secularizador de las conciencias y servidor abnegado de la Patria.
Es indudable que la vida profana y masónica de Ramón Allende Padin, ejercieron una fuerte y decidida influencia sobre su nieto Salvador, quien abrazara, al igual que su abuelo paterno, la institución masónica, la profesión de médico y la política inspirada en el bieneslar social del pueblo.
El pensamiento masónico de Salvador Allende tiene una raíz importante y trascendente en la figura señera de Ramón Allende Padin.
Salvador Allende G. se inicia en 1938 en la Logia Progreso No. 4 de Valparaíso, con la más profunda convicción —como dijo esa noche- en esta institución progresista, universalista y humanitaria por esencia. Ya tenía sólidos principios masónicos inculcados en el seno de su hogar. Posteriormente, por razones de su activa vida profana en el campo político y profesional de la capital se afilia a la Logia Hiram No. 65, de Santiago, permaneciendo en la Masonería por espacio de 35 años.
Salvador Allende, siendo Presidente de la República, mientras hacía sus visitas a las provincias del país, nunca dejaba de asistir a los Talleres masónicos. Estas visitas, realizadas a las distintas Logias del país, tenían la finalidad de estar en contacto permanente con sus hermanos e informar su gestión como Primer Mandatario de la Nación. Por esto mismo, en varias oportunidades tuvimos la suerte de compartir una tenida con él. Pero, la que recordamos con más emoción fue cuando en 1971, ya Presidente, hace entrega de un cuadro al óleo de su abuelo, masón como él, Ramón Allende Padin a la Logia “Aurora” No. 6, de Valparaíso, donde como decimos, recibió la luz masónica en 1868, siendo posteriormente su Venerable Maestro por tres peńodos consecutivos.
En visita de Salvador Allende a Colombia, en su calidad de Presidente de la República, aprovecha la oportunidad, como lo hacía en todos sus viajes, de visitar la Gran Logia de Colombia, el 28 de Agosto de 1971. En esa ocasión expresa “que en la Orden Masónica no había ni jerarquías sociales ni fortunas, y siendo esto así, su contribución al gran proceso de renovación en este Continente debe ser persistente. Única manera de liberamos de la humillante sujeción que económicamente se vive en estos pueblos llamados subdesarrollados”.
El 30 de noviembre de 1972, Salvador Allende Gossens, visita la masonería mexicana, donde es recibido por el Gran Maestro Jorge A. Hemández Montes, miembros de la Logia “Benito Juárez” No. 48 y otros distinguidos masones con quienes reafirmó su convicción de luchar sin tregua por el advenimiento de una sociedad más justa, más libre y fraterna.
La Logia “Benito Juärez” No. 48 le entregó la Medalla de Oro Año de Juárez al ilustre masón Salvador Allende Gossens, Presidente de Chile.
Salvador Allende Gossens al agradecer, expreso “la decisión de unirse más en la búsqueda de una íntegra justicia social para lograr la felicidad de los pueblos y encontrar el mejoramiento de las masas”.
Allende tenía plena conciencia de que la Orden no es una secta ni un partido y que al desbastar el hombre la piedra bruta, los prepara para actuar en un mundo profano y es obligación de los masones actuar en él sobre las bases de los principios permanentes de la Masonería de justicia social, libertad, paz, progreso y bienestar.
Salvador Allende recordaba, con especial añoranza, la noche de su Iniciación, de su ingreso a la Masonería en 1938, cuando oyó por primera vez en el ritual, que los hombres sin principios y sin ideas arraigadas, son como las embarcaciones que, roto su timón, se estrellan contra los roqueríos.
Su idea sobre la tolerancia estaba muy clara y la hacía valer tanto en sus principios masónicos, como en sus principios políticos. Es así como en más de una oportunidad expuso su pensamiento al respecto, a pesar que muchas veces, por este motivo, fue incomprendido en el partido. Muchas veces en los Congresos del Partido Socialista —que fundara nada menos que un ex Gran Maestro de la Masonería Chilena, Eugenio Matte Hurtado, y varios miembros de la Orden— se planteó la absurda incompatibilidad entre ser masón y ser socialista. Pero Salvador Allende sostuvo este derecho. Manifestó públicamente en esos Congresos, que si se planteaba esa inconsecuente incompatibilidad, dejaría de ser militante del Partido Socialista; de la misma manera que sostuvo que el día en que la Orden planteara la incompatibilidad entre su idea política y ser masón, dejaría los Talleres, convencido que la tolerancia no era una virtud practicada. Supo sortear esta realidad, y ofreció a sus Hermanos una vida leal a los principios de la Masonería, dentro de la Orden y en el mundo profano.
Sostenía que no puede haber igualdad cuando unos pocos lo tienen todo y tantos no tienen nada. Pensaba que no puede haber fraternidad cuando la explotación del hombre por el hombre es la característica de un régimen o de un sistema.1 Porque la libertad abstracta debe dar paso a la libertad concreta. Por eso luchó. Sabía que era dura la tarea y tenía conciencia de que cada país tiene su propia realidad y modalidad, su propia historia e idiosincrasia, y respetaba, por cierto, las características que dan perfil propio a cada nación y con mayor razón a las de este Continente.
Allende dio siempre muestra que su calidad de masón iba a la par con su calidad de hombre político. Y ningún ejemplo más elocuente que en la oportunidad de los funerales del ex Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, Aristóteles Berlendis Sturla. Como Presidente de la República fue el primero en llevar la urna de tan ilustre Hermano, junto al Gran Maestro de la Gran logia de Chile, René Garcia Valenzuela.
Nunca tuvo reparos en expresar su pensamiento y los principios de la Orden. En casi todos sus discursos, con audiencia de todos los credos y todas las clases sociales, se advertía su formación masónica. En el discurso del Estadio Nacional, el 5 de noviembre de 1970, frente a la libertad, expresaba: “Libertad para la expansión de las fuerzas productivas, rompiendo las cadenas que hasta ahora han sofocado nuestro desarrollo. Libertad para que cada ciudadano, de acuerdo con su conciencia y sus creencias, aporte su colaboración a la tarea colectiva. Libertad para que los chilenos que viven de su esfuerzo obtengan el control y la propiedad social de sus centros de trabajo”.
Simón Bolívar, masón también, intuyó para Chile que: “si alguna república permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de la libertad”. Allende agregaba: “Nuestra vía chilena será también la de la Igualdad. Igualdad para superar, progresivamente, la división entre chilenos que explotan y chilenos que son explotados. Igualdad para que cada uno participe de la riqueza común de acuerdo con su trabajo y de modo suficiente para sus necesidades. Igualdad para reducir las enormes diferencias de remuneración por las mismas actividades laborales. La igualdad es imprescindible para reconocer, a todo hombre, la dignidad y el respeto que debe existir”.
El 30 de agosto de 1971, en su discurso en el Congreso de Colombia, manifestaba: “Hemos asegurado la libertad de reunión, libertad de asociación, libertad de prensa, libertad de pensamiento y el respeto irrestricto a todas las creencias. Sobre esa base marchamos con la decisión de convertir la libertad abstracta en una libertad concreta que la sienta y la viva, que la comprenda y la defienda el pueblo. En democracia, pluralismo y libertad, caminamos con decisión a construir en Chile una nueva sociedad”.
De ello se desprende que la actuación de Allende como masón y político estuvo siempre signada, en la palabra y en la acción, bajo su formación masónica. Y esta formación, inspirada por la Orden, la mantuvo durante toda su vida, hasta el instante supremo.
Salvador Allende, político
El pensamiento político de Salvador Allende tuvo varias vertientes, que convergieron a formar su recia personalidad. Está la figura de su abuelo Ramón Allende Padin, el médico, el masón y político de ideas avanzadas y con gran sensibilidad social.
Los acontecimientos que ocurrían en esa época en el plano internacional, como la Primera Guerra Mundial y la revolución de la Unión Soviética. Los acontecimientos que se desarrollaban en su país, como la persecución y atropellos que sufrían la clase trabajadora. Y la influencia que ejerce, en su adolescencia, a los 14 y 15 años, ese modesto zapatero anarquista Juan Demarchi, de gran cultura, que le va explicando los temas políticos, como la injusticia social, las persecuciones, las guerras, la cesantía, la odiosa división de los seres humanos entre muy ricos y muy pobres. Le habla del proletariado, de sus luchas, de su organización, de los grupos reaccionarios y los partidos de avanzada, de sus ideales, de los reales enemigos de Chile y de los verdaderos patriotas. Estas largas conversaciones, más los libros que Demarchi le prestaba, encontraron en el alma receptiva y llena de inquietudes del joven Salvador, un excelente campo de cultivo.
Su deambular por los cerros de Valparaíso van despertando su conciencia social al ponerse en contacto con el pueblo, al conocer sus necesidades, la falta de alimentación, el analfabetismo, la vivienda deficiente e insalubre, los insuficientes servicios, la promiscuidad, etc.
Este conjunto de hechos sociales lo motivan y promueven a consolidar una posición política de lucha junto al pueblo, junto al trabajador, hasta constituirse en uno de los fundadores del Partido Socialista, el 19 de abril de 1933, junto a figuras relevantes del nuevo partido, como Eugenio Matte Hurtado, Gran Maestro de la Masonería Chilena, los masones Marmaduque Grove, Eugenio González Rojas y Oscar Schnake.
El Partido Socialista, decía Schnake, “nace como una necesidad y por eso es recibido como el partido del pueblo. Nuestra orientación es profundamente realista. Pretendemos conocer la realidad chilena, interpretarla en su mecanismo económico y social y hacer del partido un instrumento capaz de cambiar esa realidad. Pretendemos movilizar al pueblo entero hacia una acción de segunda independencia nacional, de la independencia económica de Chile”.
Allende concurre a la fundación del Partido Socialista chileno en Valparaiso, donde va ocupando los diferentes cargos hasta alcanzar, a nivel nacional, el máximo galardón partidario, el de Secretario General. Corría el año 1934. Su carrera política sufrió vaivenes particularmente cuando el hombre abraza los principios y doctrinas de un partido de la clase trabajadora, con la consecuencia de sus postulados. Sufre relegación al pueblo minero de Caldera. Recibe sentencia de la Corte Marcial por sus actitudes en defensa del pueblo. Pero estos sacrificios y otros largos de enumerar, reciben el apoyo y fervor populares, que se cristaliza con su elección de diputado y senador, perteneciendo al Congreso de Chile por espacio de 27 años. Legisla en bien del pueblo y la clase trabajadora, sostén ideológico de su quehacer político.
Postuló cuatro veces a la Presidencia de la República y, finalmente, la cuarta, es elegido para el máximo cargo.
Tales fueron los grandes trazos de su larga marcha hasta conquistar la victoria electoral en 1970. Un solo camino transitado con obstinada perseverancia, animado por el fuego de un ideal interiorizado en su conciencia y en su corazón.
Salvador Allende, gobernante
Salvador Allende fue elegido Presidente de la República el 4 de septiembre de 1970. No habiendo obtenido una mayoría absoluta y de acuerdo a la Constitución que regía los destinos del país, era necesario que su elección fuera ratificada por el Congreso Nacional, hecho que se realizó el 24 de octubre del mismo año. A pesar de que las fuerzas reaccionarias y fascistas habían asesinado, como una forma de frenar el proceso libertador al general René Schneider, Comandante en jefe del Ejército. La madurez democrática del líder del Partido Demócrata Cristiano Radomiro Tomic, permite el apoyo en el Congreso al Presidente electo y así llega a la Presidencia el 4 de noviembre en el año de su elección.
Allende fue apoyado por un bloque político de avanzada, que formó la Unidad Popular, integrada por un pluralismo político e ideológico, en el cual habían confluido las diferentes tendencias, como la laica, cristiana y marxista, para trabajar por el bien del pueblo tantas veces postergado y relegado en sus verdaderas aspiraciones sociales, económicas y políticas.
Estos partidos estaban unidos por un programa de gobierno, cuya acción se centraba en los siguientes aspectos más importantes:
Reforma Agraria, expropiación del latifundio improductivo; matrícula gratuita, libros, cuadernos y útiles escolares, sin costo para todos los niños de educación básica; medio litro de leche diaria para todos los niños para aminalar la desnutrición crónica; eliminación del analfabetismo; política internacional dirigida a afirmar la plena autonomía política y económica de Chile; garantizar el ejercicio de los derechos democráticos y respetar las garantías individuales y sociales de todo el pueblo. También la libertad de conciencia, de palabra, de prensa y reunión.
El programa determinó, en la parte económica, la existencia de tres áreas de acción: a) Área privada, integrada por capitales exclusivamente privados; b) Área mixta, donde se produce la confluencia de capitales del Estado y privados; c) Área de la propiedad social, que generaría la transformación de la economía, la cual estaría en las manos del Estado, con la expropiación de la Gran Minería del Cobre, salitre, yodo, hierro, carbón mineral; el sistema financiero del país, en especial la banca privada y seguros; el Comercio Exterior, las empresas y monopolios de distribución; y los monopolios industriales estratégicos.
Chile iniciaba así el lento y difícil camino hacia el socialismo, mediante la aplicación de un programa de gran contenido social y económico, cultual y político, cuyo principal norte era sacar al país del subdesarrollo y alcanzar la independencia económica.
Los padres de la Patria tuvieron la gran responsabilidad de independizar a estos países latinoamericanos del colonialismo' pero ahora correspondía conquistar la independencia económica.
Allende fue, como gobernante, como político y como masón, consecuente con sus principios y su pensamiento al tratar de concientizar sus principios, en la palabra y en la acción, en un programa de Gobierno de bienestar social.
Su gobierno se caracterizó por ser democrático, pluralista en lo ideológico y lo político, de amplias libertades, de creencia, de prensa, de pensamiento y de expresión; pero es derrocado por dar cumplimiento a un programa de contenido económico y social. Para mejorar las mayorías, debían tocarse indudablemente los intereses económicos de monopolios y transnacionales.
La Masonería puede y debe cumplir un rol importante en los países latinoamericanos, poniendo en práctica el rigor de sus principios, proyectándolos con decisión al mundo profano mediante la preparación de sus miembros y los instrumentos de que dispone. Este llamado debe ser escuchado, antes que sea demasiado tarde, por la explosión social que se está generando en America Latina. Demasiado son los ejemplos que golpean a diario los medios de comunicación; los casos más patentes están en Centroamérica y en el Cono Sur; pero ninguna solución se plantea con un verdadero sentido social, económico y político. Esto debe llamar a la reflexión para que la Orden, a través de la Confederación Masónica Interamericana4, exprese su opinión sobre los acontecimientos que aquejan a Latinoamérica y entregue su aporte decidido, eficaz y verdadero a tan extrema y dura situación.
El legado de Allende
El Presidente constitucional de Chile, Salvador Allende es el símbolo de la lucha de los pueblos por su liberación nacional. Su vida y su obra son, sin duda, el testimonio más lúcido y generoso de entrega a la defensa de los valores fundamentales del hombre.
Como Chileno, como auténtico patriota, como masón y socialista, Salvador Allende deja una lección inolvidable en la conciencia de todos los pueblos subyugados y en todas las generaciones que anhelan la verdadera independencia de sus pueblos sometidos, de luchar sin pausa ni tregua, entregando la propia vida si fuese necesario, por establecer territorios de dignidad, de soberanía, de libertad y de democracia.
Nunca como entonces quedó en mayor evidencia la raíz brutal de la penetración imperial, la base siniestra del pensamiento retrógrado y conservador, ni nunca como entonces quedó más en descubierto el odio al progreso y al pensamiento liberalizador. 35 mil muertos, 1.200.000 exiliados, 2.500 desaparecidos, miles de hogares destruidos, cesantía, atraso y destrucción jamás conocidos en el desarrollo histórico de Chile quedan como testigos elocuentes y dramáticos del establecimiento de la fuerza, el atropello y la iniquidad.
Pocas veces los principios de la Masonería tienen un mejor abanderado que en el Presidente Allende. La lucha por el bienestar de las mayorías nacionales; por terminar con la explotación de grandes contingentes de trabajadores honestos; la defensa de la dignidad humana al buscar el ejercicio pleno de la vida, asegurando la educación, la salud y el trabajo; el perfeccionamiento de valores éticos a través de niveles dignos de subsistencia capaces de garantizar la familia y las células básicas de la sociedad; el respeto al ejercicio plural del pensamiento constituyen algunos de los principios fundamentales, hondamente masónicos también, por los cuales luchó en su vida el Presidente Allende. En la medida en que los masones se acercan a las bases mismas de la masonería se desarrolla, sin duda, esa alianza con la decisión de luchar por la justicia, la libertad, la paz y la democracia.
Desde sus días iniciales, la Masonería es testimonio de lucha denodada, frontal y pujante. Toda la historia de América Latina está llena de figuras ilustres que bebieron en los talleres masónicos esa vocación irrevocable de trabajar por el advenimiento de una sociedad libre e independiente. Los que se apartan de esta tarea y de ese mandato masónico, están oscureciendo el papel fundamental de la Orden Masónica, procurando vanamente arrastrarla a estadios superados de atraso y conservadurismo.
Con el Hermano Allende la Orden se estremece y siente que uno de los suyos es capaz de darle la fuerza y el vigor que a veces suele perder bajo el peso de inconsecuencias repetidas.
Con el Hermano Allende están, pues, la fidelidad a los principios básicos de la Orden, el espíritu de lucha en defensa de la justicia social y la liberación nacional y el propósito irrenunciable de trabajar sin desmayo por el advenimiento de una sociedad mejor, más justa, más humana. Su nombre es, por ello, también, un nombre de esperanza y fe en los días que vienen para Chile, para América Latina y para los pueblos que anhelan vivir en democracia, pluralidad, paz y libertad.
Conclusiones
El Hermano Salvador Allende es el símbolo de la lucha de los pueblos por su verdadera independencia.
Los principios fundamentales de la Masonería encuentran en él a uno de sus más esclarecidos y lúcidos intérpretes. La lucha contra la explotación del hombre por el hombre; la lucha por la dignidad y el acceso a los bienes fundamentales de educación, trabajo y salud; la defensa intransigente de los recursos básicos del país, constituyen, sin duda, en él los signos más relevantes de su vida, plenamente ajustados al auténtico quehacer masónico.
El Hermano Salvador Allende es el testimonio más alto de la entrega verdadera a trabajar por el advenimiento de una sociedad más justa, más humana, más libre, más democrática.
Notas
1.- En la Declaración de Principios de la Francmasonería se aceptan “los postulados de Libertad, Igualdad y Fraternidad y, en consecuencia, combate la explotación del hombre por el hombre, los privilegios y la intolerancia". En la misma Declaración se exige, de parte de todos sus adeptos una contribución indispensable al mejoramiento de la colectividad y un ejercicio útil al progreso moral, intelectual y material de la sociedad.
2.- El general Schneider fue asesinado el 28 de octubre de 1970 por un comando de extrema derecha integrado, entre otros, por el general Roberto Viaux.
3.- Los venezolanos Simón Bolivar, Francisco de Miranda y Simón Rodriguez; los chilenos Bernardo O’Higgins, José Cortés de Madariaga, Manuel José de Salas, Juan Antonio de Rosas, Gregorio Argomedo, Juan Antonio Rojas y José Manuel Carrera; los granadinos Antonio Mariño, Francisco Antonio Zea, José María Vergara y Lozano; el gaditano Francisco Iznardi; los quiteños Carlos Montúfar, Vicente Rocafuerte y Juan Pío del Montúfar, los peruanos Pablo de Olavide, José del Pozo y Sucre y Bernardo Monteagudo; el mexicano Servando Teresa de Mier; el centroamericano José Cecilio del Valle; el cubano Pedro José Castro y los argentinos José de San Martin, Carlos María Alvear y José María Zapiola, todos ellos masones, lucharon por la independencia política de sus pueblos, haciendo realidad los principios de la Masonería.
4.- La Confederación Masónica Interamericana agrupa a todas las grandes Logias de America Latina y fue constituida en Montevideo, en abril de 1947 precisamente para luchar, en foma coordinada y armónica, por el establecimiento práctico de los principios libertarios y progresistas de la Masonería en el continente. Hasta 1980 se habían realìzado 11 reuniones.
(*) Raúl Carmona Soto, Catedrático de la U. de Chile